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Entre el primer congreso de Podemos (18 y 19 de octubre de 2014) y el quinto, que arranca hoy, hay una palabra que resume perfectamente la transformación estratégica del partido entre lo que fue y lo que es: «izquierda». Esta categoría, tan del uso cotidiano en España, era un concepto tabú para Pablo Iglesias y aquel extinto núcleo fundador de profesores -hoy todos fuera-. El líder morado rechazaba acotar su proyecto como tal, para no encasillarlo y frenar su expansión, y prefería emplear la dicotomía nuevo-viejo como el nuevo marco de combate. Eran los tiempos de buscar la «transversalidad» y de apelar, como aquel primer día en Vistalegre, a «ocupar la centralidad del tablero».
Claro que Podemos era ideológicamente de izquierdas, muchísimo, pero no se quería refundar otra IU, sino salir de la «esquina del tablero» para crear un proyecto de corte socialdemócrata con una base social más ancha. Arrebatar al PSOE la hegemonía de ese espacio. Y si para eso había que rehuir categorías, símbolos o hasta la república como objetivo político, se hacía. Lo que dividía se apartaba, lo que unía -la indignación y la regeneración- se realzaba.
Algo menos de 11 años después, la ponencia política que define la nueva estrategia de Podemos para el próximo ciclo culmina un viaje que viene caminando desde 2017. Este documento impugna hoy aquel origen. «Volver a poner en pie a la izquierda es la tarea más importante que tenemos por delante», sentencia.
La palabra «izquierda» aparece 65 veces en apenas 40 páginas de ponencia. Y esta seña identitaria es la palabra fetiche en las declaraciones públicas que hacen Ione Belarra, Irene Montero y otros dirigentes. A conjugar luego con otros valores que inyecten un plus de carga ideológica y de «guerra cultural». «En este momento y más que nunca antes, la izquierda tiene que recuperar el orgullo de lo que es, de lo que defiende y de cómo se organiza», proclama la hoja de ruta con la que Belarra repetirá de secretaria general -sin rival-.
La carga ideológica que destila y la misión política que se marca constata que Podemos no sólo se ha acomodado en la esquina del tablero. Es que el partido se ha atrincherado en ella y ha levantado una barricada identitaria desde la que está planteando un proyecto a la contra de este Gobierno de coalición liderado por Pedro Sánchez. En la que, básicamente, el PSOE y Sumar son el «malmenorismo» que propicia «la renuncia programática y discursiva a las convicciones de izquierdas y representa una falsa alternativa al proyecto de las élites». «Hoy España tiene un Gobierno no gobierna, un Gobierno que ha renunciado a transformar, que ha renunciado a abordar ninguno de los grandes retos», denuncia la ponencia. «En más de un año, las únicas decisiones que ha tomado voluntariamente el PSOE son medidas que perfectamente podría haber adoptado un ejecutivo encabezado por Feijóo».En otro momento imputa a Sánchez «decisiones de derechas».
A esta confrontación se suma el rechazo total a los planes de rearme comprometidos por Sánchez. Esto para los morados es casus belli. «La oposición frontal al régimen de guerra al que nos quieren llevar las élites europeas, y también el Gobierno de Sánchez, es una obligación política y moral», avisa. No en vano, Podemos ya ha puesto a Irene Montero a liderar una candidatura electoral «por la paz» que se enfrente a ese proyecto.
El rumbo de Podemos promete acarrear aún más problemas para Sánchez en lo que queda de legislatura, porque el partido que va a salir de esta quinta asamblea va a ser más duro e inflexible en los puntos de partida y en las negociaciones en su carrera por ser más purista de izquierdas que nadie. Porque afirma que Sumar, donde además de Yolanda Díaz hay fuerzas como IU, es una izquierda «domesticada», que está «intervenida» por el PSOE. Por eso, «más que nunca nuestro país necesita que la izquierda, una izquierda orgullosa de serlo, ideológicamente fuerte y organizativamente capaz, se vuelva a poner en pie».
Podemos sabe del poder que tienen sus cuatro diputados en el Congreso, decisivos en muchas votaciones, y está dispuesto a exprimirlo como Junts elevando su precio. No extraña, pues, que sus tres exigencias para aprobar unos Presupuestos sean medidas que Sánchez tiene casi imposible asumir.
Además de hacerse valer, a Podemos se le abre una oportunidad para crecer en las contradicciones que tendrá que soportar Sumar por estar en el Gobierno. La más fuerte, sin duda, el aumento del gasto militar. Díaz tiene las manos a atadas. El pasado martes presentó observaciones en el Consejo de Ministros a una transferencia de 2.000 millones para defensa, pero no tiene capacidad para impedirlo. Podemos, en cambio, ya lo usa para reivindicar su izquierda pura y pacifista. Aunque esta partida tuviera grandes gastos que se comprometieron por el Ejecutivo anterior, del que formaba parte.
Podemos llega a esta asamblea en su peor momento institucional. Está en los huesos (cuatro diputados en el Congreso y 11 en las autonomías) y tiene una estimación de voto del 5,2% (cuatro escaños), que le está acercando a Sumar. En eso está, en resurgir con más «izquierda».